Venus
Venus mantuvo sus secretos ocultos tras un grueso velo de nubes hasta tiempos muy recientes. Las sondas espaciales han mostrado un mundo prohibido, aunque fascinante, con temperaturas abrasadoras, llanuras rocosas y volcanes enormes.
A la vista de su mayor proximidad al Sol, cabría esperar que Venus fuera un poco más cálido que la Tierra. Pero en realidad se trata de un infierno con temperaturas superficiales de 470º C, lo bastante elevadas como para fundir el plomo y el cinc.
Al igual que Mercurio, Venus es un planeta interior y orbita en el espacio comprendido entre nuestro astro solar y la Tierra. Por esa razón, Venus también puede observarse mejor al alba y al ocaso. Venus es el primer astro en aparecer en el cielo y, por este motivo, en la Antigüedad se llamaba Véspero (del nombre latín del ocaso) o lucero vespertino. También es visible al alba: precede ligeramente al Sol; de hecho, en la Antigüedad también era conocido como Lucifer (que en latín significa “portador de luz”) o lucero del alba.
Un efecto invernadero descontrolado
La explicación de esta disparidad se encuentra en la atmósfera de dióxido de carbono, una capa tan densa que la presión en la superficie del planeta alcanza casi cien veces la de la Tierra. Esta envoltura pesada retiene el calor solar atrapado en la superficie a través de un efecto invernadero extremo. En consecuencia, se registran temperaturas abrasadoras.
Las capas de nubes se extienden hacia arriba desde una altura de 48 km sobre la superficie. No se trata de nubes normales, sino consistentes casi por completo en gotitas de ácido sulfúrico distribuidas uniformemente sobre el planeta.
Efecto invernadero
Venus padece un efecto invernadero desbocado. La intensa luz solar se filtra a través de las nubes y calienta la superficie, pero las nubes y el dióxido de carbono atmosférico impiden que el calor regrese al espacio. En consecuencia, Venus no puede enfriarse.
La superficie
La tectónica de placas recicla y moldea la corteza terrestre. En este proceso, los continentes “cabalgan” sobre placas enormes. Los estudios radáricos de la sonda Magallanes entre 1990 y 1992 mostraron que en Venus operan procesos muy distintos. Se observaron estructuras con forma de domo (sinónimo de cúpula) que indican afloramientos de lava procedentes del manto del planeta, los cuales, junto con una actividad volcánica global, son responsables del reciclaje de la corteza y esculpen un paisaje desolador.
El 85% de la superficie venusiana está ocupado por llanuras de lava que se parecen a los mares basálticos de la Luna. Se han descubierto volcanes enormes y cadenas montañosas gigantescas: los montes Maxwell se alzan 12 km sobre las llanuras circundantes. Las dos masas continentales principales son Aphrodite Terra, que se extiende desde el ecuador hacia el hemisferio sur, e Ishtar Terra, en las latitudes del hemisferio boreal.
Se estima que Venus posee 900 cráteres de impacto, todos ellos mayores de 3 km. La densa atmósfera ha protegido la superficie de asteroides y cometas más pequeños, y sólo los objetos grandes sobrevivieron el trayecto atmosférico hasta llegar al suelo. Los cráteres son bastante jovenes en términos geológicos, con edades inferiores a 500 millones de años. Al parecer, la actividad volvánica ha borrado los cráteres de impacto más antiguos.
Un planeta que va lento y hacia atrás
Venus rota muy despacio, un día allí dura 243 días terrestres, 18 días más de lo que invierte en girar alrededor del Sol. Y no rota de oeste a este como el resto de planetas, sino de este a oeste.
Este movimiento retrógrado y lento ejerce efectos llamativos en el calendario de venusiano. Un observador sito en Venus vería que el Sol sale por el oeste, cruza el cielo y se pone por el este 59 días más tarde. Es posible que una colisión con un asteroide o un cometa obligara al planeta a seguir este giro invertido.
Resumen de datos
Diámetro: 12.104 km
Masa: 0.82 masas terrestres
Periodo de rotación: 243.0 días (retrógrado)
Oblicuidad del ecuador sobre la órbita: 177.4 grados
Velocidad orbital Media: 35 km/s
Distancia media del Sol: 108 millones de km
Mitología de Venus
En las culturas que han heredado elementos de la astrología y la mitología grecorromana. Marte y Venus (Ares y Afrodita respectivamente en la mitología griega) representan los principios masculino y femenino, es decir, el amante y la amada. Sin embargo, y sobre todo en el caso de Venus, conviene tener conocimiento de las complejidades que encierra este tipo de asociaciones.
Venus es un planeta luminoso, es el cuerpo luminoso con aspecto de estrella mas brillante del cielo después del Sol y de la Luna, que alcanza una magnitud aparente de -4.4. De ahí que en muchas culturas a Venus se le haya asignado un papel especial. En la tradición mesoamericana, en el momento de su orto helíaco (la primeda salida que se observa justo antes de la salida del Sol), Venus era el dios serpiente emplumada Quetzalcoatl, y sus rayos resplandecientes eran lanzas que arrojaba contra sus enemigos.
La mitología mesopotámica veía en Venus la diosa Ishtar, que era un hombre como estrella matutina (cuando amanece antes que el Sol), y mujer como estrella vespertina (cuando se pone después del Sol). Este lado femenino es el que fue incorporado por las interpretaciones clásicas de Venus en tanto que diosa del amor. Para honrar el poder de Ishtar, se asignaban prostitutas sagradas y comerciales a los templos de la diosa.
Entre las deidades griegas, Afrodita (del mismo modo que el planeta de color azul-blanco luminoso) es una de las diosas más hermosas. Su nombre quiere decir “nacida de la espuma“. Cuando Cronos castró a su padre Urano y lanzó sus genitales al mar, Afrodita emergió completamente formada entre la espuma que formó el semen. Nació con admiración su belleza y después le dieron la bienvenida al monte Olimpo.
Durante la celebración de una boda, la diosa Eris (diosa de la Discordia) empujó una manzana dorada con la inscripción “para la más bella” hacia el interior del salón del festejo. Hera, Atenea y Venus reclamaron la manzana, y para calmar la disputa, el principe troyano Paris fue elegido para que actuase de árbitro. Cada una de las diosas se le apareció. Hera y Atenea le prometieron países y victorias. Afrodita sólo le prometió que tendría a la más bella de las mujeres (Elena de Troya) por esposa: Paris proclamó a Afrodita como vencedora en belleza.
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