Magnitudes de las estrellas

Mirando hacia lo alto del cielo nocturno hay tres cosas que se nos presentan evidentes. La primera es que las estrellas parpadean, la segunda que resulta fácil agruparlas en dibujos reconocibles y, la tercera, que no todas ellas tienen el mismo aspecto. Algunas son brillantes, otras algo menos y otras muchas demasiado débiles como para verlas a simple vista.
Debido a las diferencias de brillo los astrónomos han desarrollado diversos medios de expresar con precisión esas variaciones. Los intentos por clasificar tales diferencias comenzaron hace unos dos mil años, cuando el astrónomo griego Hiparco elaboró un catálogo de estrellas en el que introdujo la idea de la importancia, o magnitud, para las estrellas que él registró.

Hiparco creía que las estrellas más brillantes eran las de mayor importancia y les asignó la magnitud 1. A las que eran algo mas débiles las consideró de segunda importancia, o magnitud 2, y así sucesivamente. Dividió de este modo las estrellas visibles en seis clases de magnitud. Aunque no lo sabia, sus seis divisiones se basaban en la manera en la que el ojo humano reconoce las diferencias de brillo cuando un objeto parece tener la mitad de brillo que otro. Se ha descubierto, tiempo después, que las seis magnitudes de Hiparco dan una diferencia entre las magnitudes 1 y 6 de 100 veces.

Magnitudes de estrellas

En el curso de los dos mil años transcurridos, la cuestión de las magnitudes ha ido precisándose. Los astrónomos siguen empleando el mismo sistema básico, que en realidad es una medida de la debilidad, puesto que cuanto mayor es la magnitud menos brillante es la estrella. Para ser más precisos, una estrella de magnitud 2 es 2,51 veces más débil que
otra de magnitud 1, y una de magnitud 3 lo es 2,51 veces más que otra de magnitud 2. Para las estrellas extremadamente brillantes, los planetas, el Sol y la Luna, es necesario introducir la magnitud cero e incluso valores negativos: a Sirio se le asigna una magnitud -1,46, mientras que el Sol la tiene de -26,85.
La mayoría de las estrellas carecen de nombre, pero incluso en el caso de que lo tengan, puede verse que hasta las más brillantes se designan con una letra griega, comenzando por α (alfa) para las de mayor brillo, β (beta) para las siguientes, y así sucesivamente con todo el alfabeto griego. Puesto que hay más estrellas que letras del alfabeto griego, a cada una de las restantes se les asigna un número.
Las estrellas y otros objetos celestes suelen tener también un número de catálogo. Así por ejemplo, Sirio es α (alfa) del Can Mayor; la estrella de segunda magnitud en el pie izquierdo de Orión es κ (kappa) de Orión, mientras que la de quinta magnitud, justo encima de ella, a la izquierda, es 55 de Orión.
Este brillo describe el modo en el que la estrella aparece a los observadores situados en la Tierra. Por consiguiente, son magnitudes aparentes y no indican el brillo verdadero. Así por ejemplo, Sirio tiene una magnitud aparente de -1,4 y el Sol de -26,85, una diferencia de 25,4 magnitudes.
Traducido esto a diferencias de brillo supone 14.000 millones de veces. Evidentemente se trata de cómo se ven Sirio y el Sol desde la Tierra, aunque hoy sabemos que el primero es casi 25 veces más brillante y que aparece más débil sólo debido a la remota distancia a la que se encuentra.
Para superar este tipo de confusiones, los astrónomos emplean así mismo el término de magnitud absoluta.
Es la magnitud que tendrían las estrellas si todas ellas se encontraran fijas a una distancia específica de la Tierra. La distancia arbitraria elegida es una que les resulta práctica a los astrónomos: 10 parsec (equivalente a 32,6 años luz). Utilizando este sistema, la magnitud absoluta de Sirio es de +1,41 y la del Sol sólo +4,83, lo cual demuestra que, en realidad, este último es casi 25 veces más débil que el primero.

La magnitud aparente de una estrella depende, en cierta medida, de su color. Esto se debe a que el ojo es más sensible a la luz verdiamarillenta, mientras que la emulsión fotográfica normal (aunque sea pancromática) lo es al extremo azul del espectro y menos al rojo. Esto podemos comprobarlo contemplando una fotografía de Orión y observando cómo Betelgeuse, una estrella roja, parece mucho más débil que la blanco-azulada Rigel. Sin embargo, a simple vista ambas parecen extremadamente brillantes.
Los astrónomos tienen en cuenta estas diferencias especificando con precisión el sistema cromático que utilizan, aunque esto carece de importancia si lo que quiere es tan sólo observar las estrellas a través de un telescopio.
La magnitud aparente visual que es normal es, así mismo, suficiente para observar el modo en que varia la cantidad de luz emitida por algunas estrellas. Si se quieren registrar éstas en fotografía hay que asegurarse de que la emulsión fotográfica responda a la luz de diferentes colores.

Otro método de clasificar las estrellas es por su emisión total de radiación, no sólo por la de luz visible. A esto se le conoce como magnitud bolométrica.

 

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