Los planetas extrasolares

Los planetas son corrientes en nuestra galaxia. Al parecer, la formación de planetas es un subproducto natural del propio proceso del nacimiento de las estrellas. A lo largo de las últimas décadas, estos mundos remotos llamados con frecuencia «planetas extrasolares» por su situación más —del sistema solar—, han quedado por fin al alcance de los astrónomos.
Al principio, sólo se alcanzó a ver los semilleros de sistemas planetarios, los enormes discos de gas y polvo que rodean las estrellas jóvenes y de los que pronto se condensarán los planetas. Estas nebulosas protoplanetarias despiden un suave fulgor en el infrarrojo que permite fotografiarlas con telescopios que orbitan más allá de la atmósfera de la Tierra.
Finalmente, gracias a una serie de técnicas ingeniosas, los astrónomos han podido detectar planetas grandes y medir sus propiedades. El método más común consiste en medir cómo «oscila» la estrella al desplazarse por el espacio, desviada ligerisimamente por la acción gravitatoria de sus planetas. Cuanto más masivo es el planeta y más próximo está a su estrella, mayor es la oscilación corta su frecuencia.
En ocasiones, un sistema solar lejano se alinea en el mismo plano nuestro. En este caso, cuando un planeta pasa entre su estrella y nosotros, bloquea el paso de una parte de la luz que alcanza y esto nos proporciona otra técnica para inferir la existencia de un planeta y para calcular su tamaño.
Más recientemente, hemos empezado por fin a captar imágenes de estos mundos ajenos, directamente, y pronto quedarán al alcance de nuestros instrumentos otros planetas sólidos de características terrestres, posibles refugios para el desarrollo de la vida. Con todo, aunque hoy sabemos que los planetas extrasolares son bastante frecuentes, los que hemos detectado hasta el momento suelen ser muy distintos de los que forman el sistema solar.
Los Planetas Extrasolares El parque zoológico de planetas extrasolares incluye varios «Júpiter» gigantes, grandes mundos gaseosos que orbitan su estrella padre más cerca de lo que Mercurio está de nuestro Sol. Tales mundos no pueden haberse formado ahí, por lo que parece que algunos sistemas planetarios, al menos, evolucionan con el tiempo y sus planetas gigantes caen en una lenta espiral hacia el interior y catapultan lejos de ellos todo lo que encuentran a su paso mientras se dirigen a su irremediable destino. Incluso se ha descubierto una estrella cuya atmósfera aún está teñida con las trazas delatoras de un planeta recién engullido. Estos Júpiter calientes parecen relativamente comunes, pero esto puede deberse a que son los más sencillos de encontrar con los métodos que se emplean en la actualidad.
Otros de estos mundos son gigantes gaseosos mucho más masivos que Júpiter (aunque no mucho más voluminosos, puesto que la mayor gravedad de estos gigantes los hace, simplemente, más densos). En el límite superior, cuesta distinguir estos planetas de las enanas marrones, una categoría recién descubierta de estrellas fallidas con masas entre 13 y 80 veces la de Júpiter (hasta el 8 por ciento de la masa del Sol).
Las órbitas de los nuevos planetas plantean otro gran enigma. Nuestro sistema solar parece apuntar a que los planetas se ven constreñidos en general a órbitas casi circulares durante su formación para evitar, simplemente, colisionar entre ellos. Y, sin embargo, muchos de los mundos recién descubiertos tienen órbitas muy elípticas. ¿Se ven perturbadas las órbitas de los planetas con más frecuencia de lo que creíamos? Y, de ser así, ¿qué consecuencias tiene tal hecho para nuestro sistema solar?
Otra sorpresa ha sido el descubrimiento de planetas en órbitas aparentemente estables alrededor de las estrellas de sistemas estelares binarios o múltiples. Hasta ahora, se consideraba que tales sistemas estelares eran demasiado inestables para que se pudiera formar o sobrevivir mucho tiempo planeta alguno.
Los últimos recién llegados a la galería de planetas extrasolares son las «Supertierras», mundos sólidos con masas varias veces superiores a la de la propia Tierra, pero aún mucho menores que la mayoría de gigantes gaseosos. Éstos son los mundos distantes más parecidos al nuestro, pero aun así deben de ser lugares extraños, dotados de una gravedad extraordinaria. Conforme nuestros instrumentos y técnicas continúen mejorando en los próximos años, quedarán a nuestro alcance por primera vez verdaderos planetas terrestres, con masas similares a la del nuestro.
El siguiente gran reto será averiguar más sobre las propiedades físicas de estos mundos lejanos. Con un telescopio suficientemente capaz, deberíamos alcanzar a ver los planetas extrasolares como objetos individuales e incluso a analizar su espectro, en busca tal vez de compuestos químicos en su atmósfera que puedan ofrecernos la primera evidencia directa de la existencia de vida en otro lugar de nuestra galaxia.

 

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