La dinámica del planeta

El movimiento de la corteza es continuo. A pesar de ello, hasta hace apenas un siglo nadie se había dado cuenta. Se observaba la erosión, los terremotos, los corrimientos de tierra, los volcanes… pero se pensaba que la Tierra era eternamente inmutable. A partir del siglo XIX, con datos cada vez más numerosos y verosímiles, se empezó a pensar que debía de existir un mecanismo que formaba las montañas y «reciclaba» los sedimentos.

El inglés John Pratt elaboró una teoría orogenética de gran éxito. Según su teoría isostática, las montañas menos densas «flotaban» en llanuras o fondos marinos más densos. La corteza estaba formada por prismas o bloques enormes rocosos que se hundían en mayor o menor medida en la astenosfera, la parte plástica del manto. La isostasia tuvo muchos defensores y, en algunos casos, sigue siendo válida.
Pero, Alfred Wegener, un climatólogo amante de la geología, abrió las puertas a la moderna interpretación de los fenómenos geológicos. Lanzó la hipótesis de que todos los continentes, antaño unidos en un enorme continente llamado Pangea, se alejaron entre sí como balsas a la deriva. En 1915, expuso en Die Entstehung der Kontinente und Ozeane («La formación de los continentes y los océanos») su teoría de la deriva de los continentes, que fue rechazada de pleno por toda la comunidad de geólogos con el argumento de que, por más sugerente que fuera, no se basaba en pruebas creíbles ni proporcionaba ninguna hipótesis sobre el «mecanismo» que la determinaba, y además no la proponía un geólogo.

Wegener dedicó toda su vida a recoger pruebas, pero no convenció a nadie. A diferencia de la teoría isostática, la deriva de los continentes presuponía la existencia de un «motor». ¿Por qué se fragmentó Pangea? ¿Por qué los pedazos iban a la deriva? Wegener no tenía la menor idea.

Sin comentarios

Escribe un comentario

Abrir chat
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?