Vidas escorpianas (I) - De escolta a premio literario

Victor del arbol

Inauguramos aquí una serie de posts relativas a biografías que reflejen la energía Escorpio, resaltando los puntos Escorpio más destacables. En este caso la principal temática es la transformación:

Victor del Arbol ha recibido varios de los más importantes premios literarios concedidos en España.
Si observamos algunas de las fotos de prensa de 1992 donde aparece Jordi Pujol, Presidente de Cataluña, a su lado apreciaremos también la figura de Victor, uniformado y atento a sus movimientos, ya que en aquella época formaba parte de su escolta (el incógnito siempre presente en Escorpio).

Éste es sólo uno de los apuntes más coloridos de la singularísima biografía del escritor de novela negra Víctor del Árbol, quien ha trabajado en distintos departamentos de la Policía: fue escolta, Agente de Tráfico, se enfrentó a varios motines de presos en las cárceles, y trabajó en la línea de traslado de reclusos peligrosos. "Eso sí que curte", dice. "Aprendes mucha psicología de calle, a empatizar con situaciones de riesgo, a controlar el miedo para que no te paralice… Fue un periodo muy instructivo":

Victor del Árbol nació el 6 de Noviembre de 1968 en Barcelona, primero de seis hermanos. Es hijo de Ascensión, madre niña muy menuda que dio a luz con 14 años, y de Victoriano, con un impresionante físico de forzudo de circo que contrastaba con su frágil novia.

"Yo soy lo que soy gracias a ella", achaca Del Árbol el mérito de sus hazañas literarias a su madre. Resulta que Ascensión, que aprendió a leer y escribir sola, dejaba a sus hijos camino del trabajo en una biblioteca con la intención de protegerlos de los peligros del barrio, un enclave marginal donde la heroína campaba a sus anchas y la policía no se atrevía a entrar.
En aquella biblioteca prefabricada pasó horas leyendo a Homero versionado en cómics, a Salgari y a Verne, a Hermann Hesse aunque aún no los entendiera, a Vázquez Figueroa… Hasta que entró en el seminario. Como leen.

La vocación se la sembraron los curas obreros que trabajaban en aquel poblado tan conflictivo. "Yo veía al padre Pere como la única persona que se arremangaba y hacía algo por nosotros, por eso me metí en el seminario, para ser como él. Luego te encuentras con el dogma, la fe, con una serie de cosas que desconocía y después de cinco años me di cuenta de que aquello no era lo mío".

Dejó el seminario cuando el escritor tenía 19 años y se pasó dos años viajando por todo el mundo como "periodo de descompresión, de búsqueda de a qué dedicarme en la vida": India, México, Honduras, Guatemala…" Volví sin un duro y empezó a prepararse las oposiciones a la Policía Catalana. Mientras tanto trabajó de soldador en una empresa fabricante de estanterías.

De las novelas de Del Árbol los críticos subrayan siempre la profundidad psicológica de sus personajes. Él asegura que nunca ha utilizado sus vivencias policiales en la trama de sus obras pero que su etapa de uniformado le convirtió en un excelente observador, en testigo de excepción de las pulsiones humanas, cualidades muy valiosas para quien se dedica a la literatura.

Del Árbol fue un tiempo el policía rarito que lo anotaba todo en un cuadernillo y que en su tiempo libre escribía, hasta que empezó a ganar premios literarios con sus obras: El peso de los muertos (Premio Tiflos), El abismo de los Sueños (finalista del premio Fernando Lara) y la tristeza del Samurai (Best seller en Francia).

Escribe todos los días desde los 14 años y tiene dos rituales que nunca se salta: cada vez que escribe una novela se encierra una semana en una celda del Monasterio de Montserrat y cuando la publica deja un ejemplar dedicado en la gruta del monasterio.

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