Historia de la constelación de Virgo

La constelación zodiacal de Virgo, también conocida como La Virgen, es una de las constelaciones de mayor tamaño que se pueden ver en nuestro cielo nocturno;

Virgo es la sexta constelación zodiacal y la segunda constelación, después de Hydra en cuando a superficie. Sin embargo, a excepción de su estrella más brillante, Spica, el resto tiene muy poca definición. Se representa con la figura de una muchacha alada superpuesta al ecuador, en su mayor parte situada al norte de la ecliíptica, aunque Spica, una estrella que indica la posición de la eclíptica, tiene una ubicación de 2º sur de este círculo. En el hemisferio sur, Virgo es una constelación de otoño, situada a 30º -40º norte del Centauro. Spica se encuentra más o menos en el tramo medio de un arco de 100º que se extiende entre otros dos indicadores de la ecliptica de primera magnitud: Antares (de escorpio) y Regulus (de Leo).

Sus estrellas principales son:
– Spica, que quiere decir “la espiga”, es una azul o azul blanca de magnitud 1.0
– Zavijava, significa “esquina”, es una estrella amarilla pálida de magnitud 3.8
– Porrima, debe su nombre a Carmenta, la diosa romana de la profecía que inspiraba a los poetas. Es una amarilla-blanquecina de magnitud 2.8
– Vindemiatrix, significa “vendimiadora”, es una estrella amarilla de magnitud 2.8

Historia mitológica de la constelación

Existe documentación muy importante referida a la descripción de Virgo que tiene su origen en la antigua cultura asirio-babilónica. Esta constelación siempre ha sido femenina, y ha estado especialmente asociada con la tensión existente entre la fertilidad y pureza. Los babilonios asociaban esta constelación con la diosa Ishtar, también conocida bajo el nombre de Ashtoreth o Astarté. La última es la precursora de Eostre, la diosa sajona de la fertilidad y de la primavera, cuya festividad, celebrada en el momento del año en que Virgo empieza a ser muy visible en el cielo, es el origen de la Pascua cristiana.

Uno de los mitos en torno a Ishtar cuenta que esta diosa bajó al infierno para recuperar a su difunto amante, el dios de las cosechas Tammuz. La diosa, sin embargo, quedó aprisionada en el submundo y su desolación trajo el infortunio a la Tierra. Esta situación forzó a los grandes dioses a dejarla en libertad. Este mito encuentra su paralelismo en Grecia, en la historia de Perséfone, secuestrada por Hades, que la llevó consigo al infierno. Como consecuencia del rapto, la madre de Perséfone, Deméter destruyó las cosechas.

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