Historia de la constelación del Cisne

Los observadores del cielo nocturno del hemisferio sur celeste, cuando tienen la oportunidad de observar las estrellas que habitan en el otro hemisferio, suelen confundir a la constelación del Cisne con la Cruz del Sur. Y es que si los del hemisferio sur tienen la «Cruz del Sur», nosotros los del hemisferio norte tenemos la «Cruz del Norte», representada por el Cisne.

El Cisne atraviesa la Vía Láctea septentrional la cual, en los cielos del hemisferio norte, alcanza la plenitud. Por ello, con condiciones de un buen cielo nocturno para la observación astronómica, se puede ver al Cisne en la Vía Láctea, la que se muestra dividida en dos partes. Una nebulosa oscura entre los observadores y las estrellas más lejanas originan esa aparente divergencia.
Contiene a Deneb, una estrella de primera magnitud y un grupo de seis estrellas que forman la Cruz del Norte. La constelación tiene muchos otros objetos de interés incluida la 61 Cygni, la primera estrella, aparte del Sol de la que se ha calculado su distancia a la Tierra. Contiene también a Cygnus A, una de las más potentes radiofuentes del cielo, y a Cygnus X-1, una potente fuente de rayos X, quizá el primer ejemplo conocido de agujero negro.

Historia mitológica de la constelación

Para los antiguos Griegos, la constelación del Cisne estaba relacionada con el mito de Zeus y la diosa Nemesis. Para escapar de Zeus y poder conservar su virginidad, Nemesis se cambiaba con la forma de diferentes animales. Cuando ella se convirtió en una gansa, Zeus inmediatamente se transformó en un hermoso cisne y se ganó el amor de Nemesis.

La diosa salió embarazada, puso un huevo y luego lo abandonó tras enterarse del engaño. Afortunadamente, un campesino se encontró el huevo y se lo entregó a Leda, la esposa de Tindareos, el rey de Esparta. De ese huevo salió Helena de Troya. Helena era tan hermosa que Leda la reclamó como su propia hija.

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