Historia de la constelación del Cochero

El Cochero, también conocida como Auriga. Una constelación muy famosa por su forma de pentágono. Gracias a esta forma y a su gigantesco tamaño es muy sencilla de reconocer en el cielo nocturno;

El Cochero, situado inminentemente al norte de los cuernos de Tauro, es una impresionante constelación de los cielos de invierno en el hemisferio norte. De hecho, las dos constelaciones se tocan en el cuerno de Tauro (ver artículo de Tauro) situado al norte y definido por la estrella Elnath, porque ésta marca también el pie derecho del Cochero. Cuando se ha visto una vez, siempre se vuelve a reconocer la curva de estrellas en la constelación del Cochero; observada desde el hemisferio norte, esta curva forma un arco ascendente que nace en Elnath y pasa por todas las estrellas hasta llegar a la luminosa Capella (su estrella mas brillante). Debajo, es decir, hacia el sur de Capella y en el extremo de la curva, llegaremos al pequeño grupo de estrellas que marca la posición de los cabritillos.

Esta constelación tiene su punto mas álgido en las noches de diciembre. Posee además tres importantes cúmulos de estrellas, que son: M36, M37 y M38.

Historia mitológica de la constelación

Según su mitología, esta constelación está representada por un auriga (un cochero que conducía un carruaje que era tirado por unos caballos) sosteniendo a una cabra o a varios cabritillos en sus brazos. – Más tarde se dijo que era la cabra Amaltea, que según el mito griego crió a Zeus. Algunos afirman que la figura es Erictonio, el hijo de la Madre Tierra y de Hefesto. Erictonio introdujo el carro tirado por cuatro caballos, la cuádriga, en Atenas.

Según otra versión, el rey Enómao, conocido por su amor a los caballos, no podía soportar la idea de casar a su hija Hipodamia (domadora de caballos). Así, ideó una competición de carros de caballos, en la cual él competiría con cada uno de los pretendientes de su hija, y si el pretendiente perdía la carrera también perdía la vida. Los caballos de Enómao, mas veloces incluso que el viento del norte, habían pertenecido al dios Ares (dios de la guerra) y eran invencibles, motivo por el cual Enómao batió a cada uno de los pretendientes de su hija.

Sin embargo, cuando le llegó el turno a Pélope, hijo de Hermes (que era el mensajero de los dioses), los dioses decidieron intervenir. Poseidón, antiguo rey de los caballos y también rey de los mares, le regaló a Pélope un carro de oro tirado por yeguas aladas también de oro. Para asegurarse mejor su victoria, y con la misma Hipodamia como cómplice. Pélope se conjuró con Mirtilo, el conductor del carro de Enómao, para sustituir los clavos de sujeción de los ejes del carro del rey por copias de cera; a cambio prometió que si el rey perdía la carrera, Mirtilo obtendría como recompensa la mitad del reino y la noche de bodas con Hipodamia. Cuando la carrera estaba en su punto más álgido, las ruedas del carro de Enómao se desprendieron, y el rey fue arrastrado hasta morir. Pero antes de morir maldijo a su cochero Mirtilo.

Mirtilo reclamó una parte de su recompensa pero Hipodamia se resistió. Pélope golpeó al lujurioso cochero, cogió las riendas y se encaminó de vuelta a casa. Durante el viaje de regreso, Pélope empujó a Mirtilo, causándole la muerte. Hermes, al descubrir el engaño. honró al cochero y le otorgó un lugar entre las estrellas para que siempre fuese recordado.

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