Historia de la constelación de Piscis

Piscis, la duodécima constelación zodiacal, resulta difícil de ubicar porque las estrellas que la componen son muy tenues; ninguna de ellas sobrepasa la magnitud 4. La figura consiste en dos peces atados por sus colas con una cuerda; el pez oriental nada en dirección vertical, mientras que su compañero está orientado hacia el oeste y situado a unos pocos grados por encima del ecuador, más o menos paralelo a éste. Un anillo de cinco estrellas, que en algunas ocasiones han recibido el nombre de La Rueda, está ubicado inmediatamente al sur del Gran Cuadrado de Pegaso, y al sur, pero ligeramente al este de la luminosa estrella Markab. La cabeza del pez, que nada hacia el norte está a punto de chocar con Andrómeda, y resulta fácil localizarla exactamente al sur de Mirach. En el extremo oriental de esta constelación, la cuerda que ata a los peces viene indicada por la estrella Alrischa. Piscis tiene su punto más álgido entre finales de septiembre y principios de octubre. Es perfectamente visible al norte y al sur del ecuador, aunque en el hemisferio sur esta figura empieza a desaparecer para un observador situado a 57º sur.

Historia mitológica de la constelación

En la cultura cristiana, Piscis ha sido identificado con Cristo, en tanto que “primer pez” que nació después de que el punto equinoccial de marzo hubiera precesionado de Aries a Piscis, marcando, así, el principio de una nueva Gran Era.

Se cree que en la antigüedad la figura de Piscis estaba formada por un solo pez. El astrónomo griego Erastóstenes (nacido en el año 276 a. C.) nos cuenta que el origen del simbolismo del pez está en Derke, una diosa siria que era mitad pez mitad mujer.

Los romanos crearon la idea de la diosa pez en el mito de Venus y su hijo Cupido (en la mitología griega, Afrodita y Eros). Estas dos figuras mitológicas fueron sorprendidas por el monstruo Tifón, pero Venus sabía que podrían escapar por el agua. Cogió a Cupido y se sumergió en el agua, donde ambos se transformaron en peces. Para asegurarse de que no se perderían, se ataron con una cuerda. En el cielo vemos, por lo tanto, a madre e hijo, unidos por una cuerda.

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