Cráteres lunares

Hasta que las primeras sondas lunares revelaron la existencia de pequeños cráteres en la Luna, las opiniones de los astrónomos acerca de su origen estaban divididas y eran muchos los que pensaban que eran de origen volcánico. En realidad, la Luna tenía unas pocas calderas volcánicas y la inmensa mayoría de los cráteres se debía al bombardeo desde el espacio. La craterización de impacto es, de hecho, una de las principales fuerzas que actúan en la configuración del paisaje de todos los mundos del sistema solar, pero se menospreció su importancia durante mucho tiempo porque la atmósfera protectora de la Tierra reduce el número de cráteres que se forman en nuestro planeta y las fuerzas tectónicas y erosivas borran o disimulan con relativa rapidez los cráteres recien formados.

Cráteres LunaresLa Luna, en cambio, nos ofrece cráteres antiquísimos que se han formado sin el estorbo de una atmósfera y que pueden haber permanecido inalterados desde hace muchos millones de años. Cuanto mayor es el cráter, más complejo resulta; los más pequeños son cuencos perfectos en la superficie, formados cuando la onda de choque del meteorito que cae pulveriza tanto el proyectil como el terreno en el que se estrella, expulsándolo por los bordes en forma de un cono de material eyectado que vuelve a caer alrededor del lugar del impacto.
Los cráteres de tamaño medio suelen tener picos centrales donde el fondo del cráter ha rebotado. Cuanto más profundas son las paredes, más probable es que se hundan bajo su propio peso, desplomándose para formar terrazas. Las cuencas de impacto de mayor tamaño pueden elevar cadenas montañosas completas en los bordes y los cráteres más recientes suelen estar rodeados de “rayos” claros de material eyectado, que a veces se extienden muchos cientos de kilómetros.

 

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