Definición de Orogénesis

Los procesos orogénicos (del griego oros, «montaña») son aquellos que han actuado y actúan sobre la corteza terrestre, deformándola; tal sería el caso de los pliegues, fallas y cordilleras. Corresponde, pues, a la orogenia el estudio de las causas de los movimientos tectónicos que han dado lugar a la formación de los sistemas montañosos y, en consecuencia, el de todos los movimientos internos que afectan a la superficie terrestre. Así, mientras que la búsqueda de explicaciones satisfactorias sobre el origen de estas fuerzas corresponde a la orogénesis, el estudio de los procesos por los que han surgido las montañas entra en el campo de la tectogénesis.
Tanto geofísicos como geólogos han formulado numerosas hipótesis a lo largo de la historia de la ciencia para responder a las numerosas incógnitas planteadas.

L. de Buch y Hutton desarrollaron la teoría de los cráteres elevados, en la que se suponía que las lavas, junto con los gases procedentes de las zonas profundas de la tierra, ejercían la presión suficiente como para abrirse paso entre los sedimentos, creando de esta manera grandes macizos de carácter cristalino. En 1852, L. Elie de Beaumont formuló la teoría de la contracción, que gozó de gran credibilidad hasta principios del siglo XX, y que postulaba un enfriamiento progresivo del centro de la Tierra, el núcleo, seguido de la subsiguiente contracción de la corteza.
A finales de los años treinta, A. Holmes desarrolló la teoría de las corrientes de convección, en la que supuso que el calentamiento de la parte del manto que se encuentra en contacto inmediato con el núcleo provocaría la aparición de corrientes circulares o de convección, de tendencia ascendente, a la vez que las partes del manto más frías se desplazarían en dirección al núcleo, en un ciclo incesante.

M. Matschinsky propuso en 1950 la teoría de la expansión, en la que consideraba que el aumento de la temperatura del núcleo, tras el enfriamiento de la corteza, provocó la dilatación de aquél y, en consecuencia, la expansión de las capas subcorticales, situadas bajo la corteza, y la alteración del equilibrio isostático. Este proceso sería compensado en cierta forma por la orogénesis.
La obra «El origen de los continentes y de los océanos» fue publicada en 1915 por A. Wegener y en ella el científico alemán planteaba la hipótesis de que Europa, Asia, Africa, América y la Antártida constituyeran en tiempos remotos un único y gran continente, Pangea, el cual se habría ido posteriormente fraccionando; al mismo tiempo, las partes resultantes experimentarían un desplazamiento. Son muchas las evidencias que apoyan dicha teoría; entre ellas, la de la correspondencia geométrica entre los bloques continentales, la existencia de restos fósiles animales como el Lystrosauríus en varios continentes, la correspondencia de estructuras geológicas, etc. La polémica que suscitó esta teoría fue muy grande y la búsqueda de argumentos en pro o en contra de la misma estimuló sin duda de forma notable el estudio de diferentes ramas de la geología.
La realización de un gran número de investigaciones interdisciplinarias ha permitido elaborar un modelo único. Las similitudes de diferentes zonas orogénicas en varios continentes, el paralelismo de los estratos y la distribución geográfica de especies animales y vegetales posibilitaron la formulación de una hipótesis que propugnaba el desplazamiento de los continentes: la teoría de la tectónica de placas. Esta se fundamenta en la existencia de siete grandes placas móviles que formarían los continentes, así como también la corteza oceánica. A diferencia de la argumentación defendida por quienes apoyaban la tesis continental, los bloques que se mueven sobre un manto viscoso no serían masas continentales sino placas litosféricas, y sus márgenes coincidirían con los cinturones sísmicos, en los que se desarrollan los movimientos diferenciales. El comportamiento de las placas es rígido, pero en los márgenes de las mismas correspondientes a las dorsales oceánicas es aportado nuevo material procedente del manto, de manera que se produce una expansión continua de los océanos y una separación de los continentes que se hallan a ambos lados de las dorsales.

La tectónica de placas representa, por tanto, un modelo dinámico que explica de forma simultánea la expansión oceánica, la actividad tectónica y la deriva continental.

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